martes, 26 de octubre de 2010

Ganas de...

Cada día me levanto con las mismas ganas de sorprenderme a mi misma; con una curiosidad asombrosa acerca de lo (y de los) que me rodea (n). Con ansias de curiosear lo que tienen dentro. Con anhelos de sentirme importante (para mi y, entonces, para los demas).

He pensado que debería intentarlo primero con aquellos que ya han decidido estar a mi lado y que, gracias a ello, me resultaría más fácil; pero...era todo mentira, espectáculo, farándula; ahí todavía tengo demasiado que perder...

Sin embargo aquellos que acabo de conocer, que sé que tienen algo, pero que todavía no puedo discernir entre si es bueno o malo (siempre para mi), con ellos...es más fácil; no hay que perder, la curiosidad sobre sus instintos todavía está viva, todavía no he sufrido puesto que, con ellos, no es necesario sufrir.

Me expando hacia un mundo nuevo; hablo de aquello que siempre callé, me hago responsable de mis actos y soy feliz; Si muriera hoy; moriría tranquila.

lunes, 25 de octubre de 2010

Interpretación del Gran Hermano

Seriáis tan felices en este aula...plagada de mujeres vacías, sin sentido, con una fe indescriptible en el culto al cuerpo; apretadas y combinadas, queriendo ganar el trofeo “Miss Ganado 2010”. Vienen de colores vivos, parece una guardería para adultos, aquellos babosos, lascivos, de esos que observan la estancia parapetados tras un cristal polarizado, viendo cómo todas aquellas niñas se pavonean ante él; deleitándose con el contoneo de su cuerpo (todavía turgente), siendo conocedor de su anonimato. Se masturba cuando ha escogido la candidez en persona; lleva una copa en la mano; sorbe de ella sus pensamientos mientras se derrama sobre el tapizado sofá.

Otra vez...Volvió Gran Hermano

martes, 19 de octubre de 2010

Dicen...

Hay quien dice que transmito al escribir;
hay quien dice que muero por sentir,
hay quien habla de aquellos que al morir,
dejan libres a su alma y consiguen partir.

Hay quien dice que debería saber;
hay quien dice que tengo cierto poder,
hay quien habla de mi sin conocer
nada de lo que hay en mi, en mi ser.

Hay quien dice que me expreso al llorar,
hay quien dice que es mi forma de hablar,
hay quien cuenta historias que al acabar,
las sientes como propias sin recapacitar.

Hay quien dice que las oportunidades vuelan,
hay quien dice que los niños juegan;
yo, sin embargo pienso;
que las personas, de por si; son sueños.

sábado, 16 de octubre de 2010

El tétrico

Cuando aquella niña de grandes mofletes y pequeños ojos vidriosos nació; todo el mundo pudo comprender que sería una vida cargada de lamentos, llena de lágrimas para poder paliar el dolor inherente a su alma. Estaba predestinada al sufrimiento y para ello la educaron. Siempre la habían prevenido contra todas las desdichas que pudieran sucederle, pérdidas irreparables, caídas a un vacío convulso y añejo, imágenes inenarrables, etc.

No nos dejemos engañar, no fue una infancia traumática ni mucho menos, mas bien todo lo contrario; sus padres la adoraban como sólo ellos consiguen querer. La instaron a la lectura como fuente de conocimiento y remanso de paz; tuvo la oportunidad de conocer, gracias a ellos lugares de incomparable belleza natural; le enseñaron a admirar las obras de arte cotidianas y también las extraordinariamente vanaglorizadas por el paso de los tiempos, dejando siempre muy clara la soledad de su alma; todo aquello que la hacía dichosa podría lograrlo sola. Sería la felicidad autosuficiente.

Lucía creció y muy pronto se resignó, nadie lograba comprenderla porque ella no se dejaba desencriptar; luchaba diariamente porque los infelices dejaran de serlo si tal poder estaba de su mano, ofrecía su ayuda desinteresadamente a cualquiera que la pudiera necesitar sin importar su grado de implicación en ninguna de las relaciones sociales preestablecidas; pero se cansó, sabía que no podía optar a más que un etéreo espejismo de felicidad y no le pareció coherente. Era plenamente consciente de que los seres por los que se dejaba rodear eran puros, más o menos sinceros y, sobre todo, “necesitados”; le encantaba escuchar, aunque ella hablase por los codos sin decir nada.

Supuso que la primera pérdida importante sería la de aquella persona que la llevaba advirtiendo que aquello pasaría en parte como amenaza velada y también como aviso para crear una coraza alrededor del corazón; esa armadura fue mutando con el paso de los años, a medida que le iban haciendo daño ella iba endureciendo esa capa hasta que llegó al punto de no retorno. Nunca podría volver a amar, aquella cobertura se había solidificado justamente en el momento que su corazón se hallaba más pequeño, encogido por miles de dudas y penas que la asaltaban. Y así se quedó, con un corazón minúsculo, pero con un alma muy grande encerrada en un cuerpo cansado de vivir.

Decidió que haría un viaje para poder alcanzar la tranquilidad suprema, aquella donde no te molestan las arrogancias ni las mentiras, aquella donde, da igual lo que hagas, nadie va a tratar de juzgarte pues ya no habrá quien pueda hacerlo, aquella que no tiene vuelta atrás pero que consigue que, quien la recibe, desborde una exultante felicidad, sólo entonces su corazón podría expandirse, en el momento definitivo, podría amar y ser amada.

Aquel viaje sin vuelta la llevó al primer paraje natural del cual tenía recuerdos propios (las fotografías realizadas a lo largo de su vida no podían contar como opción, pues no pueden transmitir sensaciones, sino que nos transportan a lo vivido en la toma de aquella instantánea y por eso sólo tienen sentido para quien participa en ellas). Una capilla perdida, abandonada mucho tiempo atrás hasta por los miembros del clero; no la recordaba tan humilde, tan decrépita, tan vulnerable; forzó mínimamente la puerta para acceder a un interior desolado, el vacío lo ocupaba todo; sólo se podía observar detrás de lo que se suponía como un altar, una piedra tallada; un mensaje.

La inscripción rezaba así: “Y aquellos que nos temen lucharán porque no lleguemos a nuestra meta, aquellos que nos quieren forjarán a base de dolor nuestras almas impías, aquellos que nos odian imprimirán su ira en nuestros rostros porque, al fin, siempre somos parte de aquello que nos rodea”.

Sorprendentemente el alma de aquella muchacha estaba más que excomulgada (según los dictámenes de la Iglesia Católica) pese a que su rostro no emanaba furia, se le veía más que sana y, como comienzo, había llegado hasta aquí; una meta sencilla, sin duda; pero lugar de llegada al fin y al cabo. Habían pasado muchos años desde la última vez que se percató de aquel delicioso paisaje y, sin embargo, lo recordaba, con el sol hundiéndose tras las montañas, aquel pantano que brillaba como si se hubiese servido de un manto de oro, la brisa fresca, otoñal, acariciando las copas de los árboles, el graznido de las aves que sobrevolaban el lugar, etc.

Tal vez Lucía sólo estuviera exagerando, seguramente todo aquello tendría mucha más lógica de la que ella le encontraba, es probable que se sintiera confusa e invencible a la vez; largo había sido el camino hasta aquel paraje, dificultosas etapas de una vida enrevesada, complicada por aquellos que en algún momento la rodearon, sólo ahora podía hacer el balance. Siempre se había creído con más suerte de la habitual para lo económico y más desdichada en el ámbito personal pero hacía muchos años que había llegado a la conclusión de que era por simple justicia; no podía pedirlo todo.

Asomada a aquel balcón natural, recapituló, recodordó la inscripción; estaba de acuerdo con lo que allí se plasmaba y encontró una solución; si nadie tuviera miedo de ella, no tendría dificultades para encontrar y acabar su camino; si consiguiera que nadie la quisiese no sufriría jamás sus pérdidas; y, si nadie la hubiese odiado no hubiera tenido nunca, cara de malas pulgas. Quería quedarse allí; en su ladera de la montaña; porque es, donde nadie nos rodea, cuando conseguimos ser nosotros mismos.

Poco tiempo después, cuando descubrió que jamás conseguiría estar sola; que realmente había alguna gente a la que su vida le importaba decidió que no podría llegar a su meta; no lograría que la oscuridad por fin la invadiese, que todo aquello terminara de la forma más rápida e indolora posible. No podría hacerle eso a la gente que la rodeaba, no podía hundir así a su familia, no quería provocar más lágrimas de las que ella misma había podido emanar a lo largo de su corta vida, pero tampoco conseguiría vivir; en ese momento su alma decidió que si que podía; mientras hubiese un cuerpo al que referirse y éste estuviera caliente y “vivo” podría huir de todo lo que la rodeaba; conseguiría dejar de sufrir, dejar de mentir, al fin, alcanzaría su meta. La muerte.

miércoles, 13 de octubre de 2010

I Divagaciones Varias

Cómo podemos saber si lo que creemos que es el máximo lo es realmente:

¿Es posible saber si cuando crees que quieres realmente a alguien es eso lo que realmente va a ser tu máximo en el apartado "sentir"?. Cómo se puede saber si en un futuro no llegará alguien mejor...¿realmente la mayoría de las parejas actuales son por derrotismo?, ¿por pereza y convencimiento de que no vas a encontrar a nadie mejor?, ¿por el canon social del parejismo indiscriminado?, ¿por simple rutina?.

No estoy intentando destrozar lo que ya existe; pero no consigo comprender el convencimiento de algunos de que lo suyo realmente es amor cuando tienen apenas cuarenta años; esa es la mitad de una vida media en nuestro pais (mas o menos, tampoco seais exquisitos...)el único momento en el que podrás saber realmente a quién amaste a lo largo de tu vida será tu último suspiro, porque es cuando podrás hacer balance de lo que sucedió;

todos nos equivocamos
y hay elecciones que;
son verdades en su momento,
pero que se convierten en pantomimas
con el paso del tiempo.

Ro

El divagar por una filosofía transversal es a lo que me lleva...