viernes, 7 de noviembre de 2014

Perdón por una noche

Que sepas que me gustó mucho recordar cosas contigo,
Una ciudad maravillosa
Gracias por estar ahí, gracias por ser así.
movernos en ambientes diferentes a lo que antes había pasado
y, como no, volver a tenerte a mi lado.

No voy a llamarte y lo sabes,
no me gusto irme sin mas y no me lo impidieron,
pero pasaron cosas esa noche,
y muchas mas en mi cabeza que así lo hicieron.

No entiendo en que momento nos perdimos,
no una primera, y una segunda,
sino por enésima vez, ya sin sentido;
por mas que lo intento, no puedo estar segura.

Te quiero, no lo dudes nunca;
es de lo poco que nos queda,
pues sin saber cómo ni cuando,
espero que por siempre así sea.

Extraños momentos vivimos,
extraños a veces nos sentimos,
pues sin saber como, todavía,
juntos, al final, seguimos.

Los dos ponemos ganas,
pero el resultado extraño es;
pues sin que pueda explicarlo,
todo sale del revés. 


jueves, 16 de mayo de 2013

Porno

Es una realidad que el porno lésbico excita tanto a mujeres como a hombres heterosexuales; supongo que será porque el sexo entre féminas es como los preliminares del sexo heterosexual. Nos excita el hecho de que siempre sea la mujer quien disfrute. Todo en esas películas es, básicamente, conocido por nosotras y nuestros cuerpos. La penetración forma parte de nuestro disfrute; bien sea manual, artificial o, directamente, con la polla del varón que te acompañe. Si bien el porno gay también se basa en unos preliminares similares y no creo que ningún tío con los ojos tapados notase la diferencia entre si se la está chupando un tío o una tía (a no ser que el succionador tenga vello facial). El problema reside en que la mayoría de los hombres no han sido penetrados (muchas veces negándose a ello sin saber qué es). El hecho de que una mujer se chupe un dedo provoca excitación, sin embargo es extraño ver ese gesto en un hombre si no hay salsa barbacoa de por medio.




Por otro lado el porno heterosexual suele estar concebido por y para hombres (a excepción de algunos casos contados - Erika Lust, Candida Royalle, Mia Engberg...) haciendo de la mujer un objeto. Seamos conscientes de que el esperma tiene una serie de propiedades que producen en la mujer un efecto antidepresivo por lo tanto el "desperdiciar" corridas en la cara o tetas de la fémina que tiene enfrente no sólo significa dotar de un trato vejatorio a un ser que te excita (y que te ha llevado al éxtasis) si no que, además, privan a la mujer de una sensación única e indescriptible (no la conoceréis nunca, varones; al igual que nosotras no entederemos qué sentís con nuestra lengua alrededor de vuestro falo) y más teniendo en cuenta los controles sanitarios a los que se someten todos los actores y actrices porno antes de un rodaje; que ya podríamos llevar ese nivel en la vida real, las conciencias iban a estar mucho más tranquilas.

viernes, 18 de enero de 2013

Cuento de princesas

Supuse cuando fui a pasear que la noche sería como siempre, no me cruzaría con nadie. La verdad es que esa era una de las razones por las que escogía aquella ruta; la posibilidad de ver humanos era nula, o casi. Si bien es verdad que sólo podía poder ser transitable en noches claras en las que la luna iluminaba los caminos y ocultaba las sombras.

Con los cascos puestos y cierto temor a la oscuridad, avancé. Estaba empezando a odiar la "noche a solas", sobretodo porque yo rara vez hacía uso de mi turno y, cuando lo utilizaba, era para ver pelis tirada en el sofá sin tener que aguantar los comentarios, improcedentes normalmente, de Magda. Todavía quedaban un par de horas pero la cantidad de gente en cualquier bar cercano a casa un sábado por la noche ensombreció severamente mi futuro cercano.

Vi un banco y, automáticamente, pensé en mi libreta. Oía voces y gritos lejanos procedentes de una fiesta totalmente ajena a mi. Subían y bajaban seres semiinconscientes intentando hablar pero, como siempre, estaban balbuceando. Me puse a escribir tonterías varias.

- Debo empezar a plantearle a Magda que hable con su chico y que, o se vayan a su casa o que me ofrezca su cama ¡qué menos!.
- Recordar recoger pantalón costurera - Sólo llevaba tres semanas arreglado allí...
- Voy a usar todos mis turnos, y que ella también se tenga que buscar la vida una noche a la semana.

Cuando levanté la cabeza me encontré un hocico en mi pie; un precioso pastor alemán, grande, pero todavía cachorro. El chico que venía con él se acercó apresurado y yo me quité los cascos.

- ... perdona, lo siento.
- No pasa nada, es precioso.

El animal se sentó y apoyó su cabeza en mi muslo poniendo esa cara de buenos que sólo ellos saben poner. El muchacho que lo acompañaba parecía sorprendido por lo descarado de su animal. A mí me parecieron graciosas: la situación y la cara del perro.

- Vaya, parece tranquilo.
-¿Tranquilo? ¿Éste? Eso es porque quiere portarse bien delante tuya.

Vaya, vaya un ligón sin apariencia de serlo, esto iba a ser divertido aunque un poco pasteloso.

- No creo, éstos no están acostumbrados a diferenciar para impresionar, por eso son leales.
- Y, si se puede saber... ¿Qué hace una chica sola a la luz de una farola, con cascos y escribiendo a estas horas por aquí?
- No se me ocurrió cómo, cuándo y dónde hacer nada mejor.
- Bueno, pues te dejamos seguir. - Dijo mientras se alejaba llamando a su pequeño gran mastodonte y éste, impávido, seguía babeando parte de mi pantalón (menos mal que no esperaba salir).
- ¡Eh! Tú has decidido irte, pero él ha decidido quedarse... - Me levanté y fui hacia aquel moreno, sin mucha gracia pero rebosante de encanto. Su perro me acompañaba.
- Es que a mi no me hace mucho caso, está en esa adolescencia que le da a estos bichos.
- Buenas noches, entonces - Dije apenada y dejando ver que me iba a marchar (me gustaría aprovechar mi turno esta semana).
- Buenas noches - Dijo él mientras se agachaba a atar la correa a su animal.

Comenzaron a alejarse y aquel perro no dejaba de volver la vista atrás (hubiese preferido que fuera el dueño pero...), metros más adelante comenzó a llorar, el muchacho, azorado, tiraba con fuerza de unos treinta y cinco kilos de peso aferrado a la tierra; la tarea no era fácil y enseguida me di cuenta de que esa noche me podía divertir. Me levanté, recogí mis cosas y volví a acercarme a la pareja. El perro dejó de llorar enseguida y yo me sentí aliviada (aquel ser me estaba dando una excusa ideal para mantener una conversación de camino a ninguna parte).

- ¿Puedo acompañaros? Parece que él no quiere dejarme aquí sola así que voy a confiar en su instinto y marcharme pero como no tengo a dónde ir ni qué hacer, acompañaros me parece un buen plan. - Estaba nerviosa si no, la mitad de esta sarta de tonterías no la hubiese pensado y la otra mitad no habría salido por mi boca.
- Si, por supuesto que puedes venir pero ahora tengo yo otra pregunta: ¿Cómo es que no tienes a dónde ir?
- Tengo una compañera de piso con la que mantengo un acuerdo, cada una dispone de una noche a la semana para disfrutar de toda la casa como mejor le parezca y hoy le toca a ella, así que hasta dentro de una hora y media no puedo ir a mi piso y con la cantidad de gente que hay en los bares, prefiero obviar la opción de salir...
- Curiosa elección para una chica un sábado por la noche.
- Ummm... tienes razón; un chándal, un perro y una ruta igual de alternativa te dejan a ti en un lugar muy diferente.
- Tienes razón - Sonrisa discreta, sencilla, preciosa.
- Entonces, y por el simple afán de saber cómo volver ¿A dónde nos dirigimos?
- ¿Y si te lo digo cuando lleguemos?
- Si tardamos más de una hora en llegar yo me daré media vuelta.
- Trato hecho.

Conversación banal, pero compañía asegurada, era un plan mejor del que había tenido últimamente fácilmente resumibles en: ver pelis y tratar de discutir algo importante, inútilmente, con Magda.
Íbamos caminando con su perro entre nosotros, arrimando el hocico a nuestras manos de una forma bastante aleatoria, su nariz estaba mojada y me hacía cosquillas en los dedos; al dejarlos humedecido la brisa los enfriaba. La conversación fue breve, normal; nada del otro mundo, qué hacíamos, desde cuando, los por qués...ese tipo de información "necesaria" para sentirse tranquilo con lo establecido socialmente. Llegamos a la puerta de una casa pequeña pero encantadora.

- ¿Quieres entrar? Todavía te queda más de una hora hasta que puedas volver y prometo que tengo café y refrescos, aparte de algo de alcohol.
- De acuerdo - dije mientras pasaba la puerta de un pequeño jardín con una enorme caseta en la que ya había un "bicho" tumbado dentro.
- Parece que ahora se queda más tranquilo, estoy empezando a pensar que esto lo tenéis ensayado... - Realmente me daba igual si estaba preparado o no, a mi hoy, me apetecía entrar,

Abrió la puerta, encendió la luz y se vislumbró una estancia bonita, con escasos muebles pero perfectamente distribuidos - definitivamente esto estaba premeditado, algo en la iluminación y el orden, me lo decía (o eso o era un maniático - compulsivo del orden)- Mientras él se acercaba a la nevera preguntando qué quería beber yo me quedé embobada mirando las vistas (o la falta de ellas) de sus ventanas; no se veía la ciudad, todo era negro, no había luces; ¡menuda maravilla! Supongo que esto último lo dije en voz alta porque él contestó:

- Si, pero para ser sincero, es más bonita de día, se ven los árboles que ahora tapan la luz.
- La oscuridad también es bonita, no creas que el verde es mejor que el negro - Ni siquiera aparté la vista de la ventana.

En cuanto terminó la frase sentí que se acercaba a mi, no me importaba demasiado, sonó un timbre, el agua para el té estaba lista. Yo me di la vuelta y me acerqué a la cocina, se sirvió el té y volvió a preguntarme qué quería tomar yo.

- ¿Tienes güisqui?
- ¿Qué hombre no tiene?
- Alguno seguro que habrá pero... güisqui con naranja, por favor. - Me lo sirvió mientras su bebida se enfriaba, yo ya estaba sentada en el sofá, me acercó la copa y se acomodó en el sillón.

El silencio se adueñó de todo, un momento verdaderamente incómodo, no sabía qué hacer exactamente así que me bebí el vaso de un trago y le dije que me iba a ir llendo a casa.

- Vamos, ¿no puedes soportar el silencio?
- Supongo que sólo cuando sé qué significa.
- ¿Y si te digo lo que significa, te quedarás?
- Puede ser, supongo que si.
- Me gustas, no sé cómo entrarte y no sé qué decir.- Discreto, claro y conciso. Me tenía que ir y no quería meter la pata para empezar la casa por el tejado, era encantador...

Apagué la luz; cogí mis cosas y decidí que si era capaz de escaparme de allí hoy, mañana Magda se buscaría la vida. No me gusta jugar en territorio desconocido así que saqué una tarjeta con mi nombre, dirección y una hora. Salí corriendo, me despedí del perro. Huí.

Tardé casi cuarenta y cinco minutos en encontrar mi casa, lo cual me daba margen de sobra. Timbré antes de subir, como siempre. Magda abrió, estaba todo lleno de luz y mi querida maniática estaba limpiando los cacharros de esa misma noche.

- ¿Qué tal con Antonio?.
- Todo bien ¿y tú? ¿ qué has hecho?
- Dar vueltas, como siempre, aunque ahora que sacas el tema...mañana quiero usar mi turno de esta semana, de nueve a dos, es menos de lo que me corresponde pero como es domingo...Había pensado que podrías dormir en casa de Antonio.
- Ni de coña, Lucía, sabes que vive con tres compañerOS de piso y que esa casa es insoportable para mi.
- Entonces no sé cómo lo aguantas a él, es así, asúmelo.- Habían sobrado fresas de su cena, yo me las comí y le pasé el bol vacío.
- No me toques las narices...
- Está bien, hasta las dos a solas, sin entradas a traición...
- De acuerdo.
- Buenas noches Magda, que descanses.- Me fui a la cama y, dándole vueltas a las cosas me di cuenta de que no tenía un nombre. Su dirección, profesión, etc, si pero no sabía cómo se llamaba. En fin, a rumiar fantasías con la almohada.

Por la mañana (si es que las doce es por la mañana) todo se me planteaba horrible; ayer estaba con un chico maravilloso en una historia preciosa de la que salí corriendo. Seguramente hoy volvería a verlo, eso esperaba, pero no lo tenía nada claro.

Llegué al salón medio dormida, como siempre. Abrí las cortinas, Magda siempre tenía la deferencia de dejarlas cerradas cuando se iba a primera hora. Me acerqué a la cocina para servirme un café.

- ¿Leche? ¿Azúcar?

Alguien me puso una taza en la mano; al principio no fui consciente de nada, de repente abrí los ojos y vi su sonrisa deslumbrante. Pegué el primer trago al café.

- ¿Cómo? ¿Qué haces tú aquí?
- Decidí esperar en la puerta hasta verte, una chica salió temprano y le pregunté por ti, me dijo que eras su compañera y la convencí de que había quedado contigo temprano. Me abrió convencida de que no te ibas a despertar a la hora.
- ¡Vaya! Creí que era tremendamente protectora y que no le abriría la puerta de nuestro piso mientras estoy dormida a un desconocido. Y si la has visto, sí que has venido temprano, sobretodo teniendo en cuenta que juraría haber puesto veintiuna treinta en la tarjeta.
- Bueno...si, pero es domingo, pensé que no tendrías mucho que hacer y se me ocurrió plantearte un día juntos. ¿Tienes algo que hacer? si es así, volveré a la hora marcada. - Sonrió, me derretí.
- No, no tengo nada que hacer; espera en el salón, sin ducharme no soy nadie, no tardo nada.
- No voy a ponerme nervioso, prometido, tarda lo que tengas que tardar.
- Vengo ahora.

Una ducha rápida, unos vaqueros, camiseta, maquillaje sencillo, botines bajos y cómodos. Salí con el pelo mojado, metí las cosas en el bolso y cogí mis llaves; él me miró y me acarició el pelo.

- Vámonos - Propuse; mientras dejaba la taza del café recién acabado en el fregadero.
- De acuerdo.
- ¿Puedo preguntarte a dónde vamos?
- Puedes.
- ¿A dónde vamos?
- A dar una vuelta, pero primero hay que recoger a Iao.

Bueno, tengo un nombre, aunque sea el de su perro.

- Yo, Lucía, encantada. - No respondió nada.- ¿Y tu?
- Jordi, me llamo Jordi.

Cogimos su coche, un familiar amplio y cómodo con un maletero preparado para llevar al gran canino.

Encendió la radio. Juraría que había pensado hace muy poco eso de que no me apetecía empezar jugando en terreno extraño; ¡pues iba bien!

Llegamos a su casa enseguida, llamó al perro que, automáticamente, se subió por la puerta del maletero y se tumbó allí.

- ¡Vaya! ¡Qué formal!
- Ya sabes por qué es...
- Y tú sabes que no me lo creo... Ya hemos recogido a Iao y ahora... ¿A dónde vamos?
- Al monte, a correr un rato con él.
- Mmmm a mi lo de pasear, vale; pero correr...va a ser que no.
- De acuerdo, él corre, nosotros caminamos,
- Trato hecho.- Dije al cerrar la puerta.

Emprendimos el camino en silencio, el sol entraba por las ventanas y la carretera de montaña era bonita, tortuosa, pero bonita. Cada cierto tiempo miraba hacia atrás para saber si el perro que nos acompañaba, y que por momentos parecía inexistente, estaba tranquilo y cómodo; lo cual, debido a su penetrante silencio, era más que obvio.

- Tranquila, está acostumbrado a ir en coche.- Su amplia sonrisa me embobaba tanto que por momentos olvidaba que hacía menos de veinticuatro horas que habíamos cruzado nuestras primeras palabras.
- Eso es más que evidente, supongo que para mí, será la falta de costumbre.

Media hora después y pensando en que me había olvidado la crema de sol y una botella de agua.

- ¿Podemos parar antes de llegar a comprar algo de beber?
- Quieres agua, un refresco, cerveza...
- Tengo sed, así que agua, por favor.
- Hay una bolsa térmica ahí detrás, coje lo que quieras.

Abrí una bolsa azul, cogí una botella de agua.

- ¿Quieres que coja algo para ti?- Pregunté como si aquella especie de minibar fuera mío.
- Si me das un trago de agua...¡Perfecto!

Bebimos; él volvió a conducir, yo contemplé el paisaje. No sé cuánto tiempo pasé embobada hasta que volví a mirarle, supongo que mi movimiento le sorprendió y, aunque ambos llevábamos gafas de sol, supe que cruzamos las miradas; me enrojecí, sonrió, me embobé y juraría que hasta llegué a babear (espero que esto último sea fruto del recuerdo aunque sólo sea por amor propio). Avergonzada volví a mirar por la ventana; no sabía qué decir y no dije nada.

Llegamos a un sitio maravilloso, no había nadie, los árboles tapaban el cielo y su orden, silvestre, no dejaba ver demasiado horizonte. Abrió el maletero, Iao saltó contento y yo cogí la bolsa de las bebidas y mi bolso.

- En tu súper planificación no se te habrá ocurrido meter una mochila vacía, ¿verdad?
- De hecho... vacía no, pero se puede vaciar ¿por?
- Meter las bebidas y el contenido de mi bolso para llevar mejor las cosas.
- De acuerdo.- Dijo abriendo una puerta lateral y vaciando el contenido de la forma más rápida.

Me la pasó y echó mano de otra mochila que estaba llena. Una vez terminados los preparativos, excesivos para mi gusto pero de los que yo era culpable, nos pusimos en camino.

Hubo momentos en los que pensé que iba a echar los hígados y recé porque hubiese un manantial o una fuente, si no, ni el hombre más previsor del mundo, que era el que me acompañaba, podría abastecer de líquidos nuestro camino de vuelta.

Encontré un claro encantador con una piedra plana, me senté sin ningún tipo de aviso; Iao dio media vuelta, pasó al lado de Jordi y vino a tumbarse a mi lado, el muchacho dio media vuelta y nos vio repantingados en el claro, ambos con la lengua fuera e intentando refrescarnos, yo tiré la mochila, él sonrió de nuevo.

- No sé cuánto queda, pero necesito cinco minutos de respiro y tu fiel acompañante ha decidido lo mismo que yo.
- ¿Y yo dónde me siento?
- Mmmm he supuesto que tú no estás cansado, no haces más que andar y todavía no has bajado el ritmo. Ahora en serio - mientras me levantaba, me sacudí las manos, el perro me miró con pereza - ¿Falta mucho? Y más importante ¿Hay agua a donde vamos? es que estoy agotando las existencias a un ritmo más que considerable.
- Estamos cerca, quince minutos más y llegamos, prometido. Y tranquila que agua, hay.

Era verdad, tardamos algo menos de quince minutos, al llegar se me abrieron los ojos y la boca. Aparecimos frente a una cascada de veinte metros, una playa fluvial y un perro dentro del remanso acuático chapoteando. Mi´re a Jordi y sonreí embobada, él me sonrió y yo me sentí completamente imbécil.

Abrió su mochila; existe el mito de que las mujeres tenemos un bolso comprado en la misma tienda que Mary Poppins pero si es así, este chico disponía de una puerta astral o un teletransportador de materia. Sacó una manta y la extendió a la sombra de uno de los enormes robles que bordeaban la playa; yo busqué cuatro piedras para que no volasen las esquinas. En ese preciso instante el agua reflejaba la luz de un sol radiante. Estaba siendo todo perfecto, algo me daba miedo. Creo que era la perfección en sí. Cuando las cosas van muy bien siento que hay algo detrás, putas reflexiones conspiranoides...

Me había olvidado de la crema pero también del bañador y la toalla (es lo que tiene salir de casa sin saber a dónde se va). Las toallas no eran problema, Jordi transportó una par al interior de su mochila, así como tres tuppers, cubiertos, servilletas y un termo.

Sentada encima de la manta me quité los botines, me remangué los pantalones y fui hacia la orilla, Iao se acercó, me temí lo peor y ocurrió, el animal decidió hacer un trasvase de su pelaje a mi ropa mediante una sucesión de sacudidas para rematarlo con con un chapoteo cercano, cuando Jordi se dio cuenta yo ya estaba empapada, aun así Iao recibió algún grito.

- Déjale, quiere jugar - Salí arrastrando los pies y, cuando conseguí levantar la mirada él ya estaba en balador. Se quitó las gafas de sol y volví a admirar sus ojos negros. Se encaminó hacia el agua, le lanzó un palo a Iao, éste fue diligentemente a por él y se lo volvió a acercar.

No sabía qué iba a hacer, no tenía bañador y el agua era realmente apetitosa, ya tenía la ropa mojada y la ropa interior actual tapa más que algún bikini de los que se ve por los litorales. Dejé el vaquero y la camiseta colgados de una rama, me quité las gafas y recogí mi pelo en una coleta alta. Me acerqué a la orilla y el chapoteo cercano que me empapó esta vez no era de un canino juguetón, si no de su dueño.

Comencé a nadar para templarme, el agua estaba fresca, no fría. Mantuvimos las distancias. Pasó tiempo, bastante.

- Seguro que es tarde, tengo hambre.- Sonaba como si llevase un temporizador en su estómago, no me pareció extraño.
- Yo también, pero no sé qué hay en los tuppers y yo no soy de esas chicas de anuncio que se alimentan a base de barritas de muesly y que siempre llevan un paquete intacto en el bolso.
- Será por eso que he traído ensalada, filetes de pollo empanado y tortilla de patata; por supuesto, pan para acompañar; postre y café.
- Menuda maravilla de menú - salí y me sequé, una vez tapada cogí las gafas y me senté en la manta. Él se estaba secando, cogió el comedero de Iao, una bolsa de pienso, hizo lo coherente y lo dejó a la sombra; el animal se acercó en el instante en que escuchó la bolsa. Se acercó y abrió los tuppers. Sirvió ensalada y repartió un plato para cada uno. Acercó una vinagrera; definitivamente estaba todo pensado. No sé a qué hora se habría despertado para organizar todo esto pero desde luego, llevaba su trabajo. Era magnífico. Sin más. Comimos en silencio, yo asombrada de mi suerte, él conocedor de su victoria. Llegó el postre y el café. El color rojo de la sandía iluminó la "mesa"; cortó una rodaja y me la ofreció; la sandía era tan sabrosa como pringosa lo cual hacía de ella un alimento prohibido en cualquier cita, pero teniendo en cuenta que hay me había despertado con él en mi cocina...la sandía no era problema. Comí, me pringué; comió, se pringó. Lo evidente: al agua; Iao nos siguió.

Nos dedicamos a jugar con el perro y una pelota, reímos y charlamos del mundo. Cosas sin transcendencia, echamos la tarde hasta que:

- ¿Nos levantamos y recojemos?- Yo tenía en mente una vuelta seriamente tortuosa por un camino pedregoso.
- De acuerdo

Me puse los vaqueros y la camiseta, los botines. Recogimos la basura y Iao recogió palos. Guardamos todo, echamos a andar. La vuelta me pareció severamente más corta; puede que poder hablar, dado que era bajada, ayudase a amenizar el camino. Llegamos al coche. Todos sabemos lo que pasa cuando cualquier vehículo se queda todo un día expuesto al sol. Abrimos las puertas y encendió el motor, sacamos las toallas para ponerlas encima de los asientos; la manta la utilizó para el maletero.

Volvimos a casa; eran las ocho y media, me di cuenta de que en todo el día no había sonado ningún móvil cuando volvimos a la civilización, eché una vista al mío. Tenía siete llamadas perdidas de Magda. Paró en la puerta de mi casa. Nos despedimos sin saber cómo hacerlo. Resultó extraño e incómodo.

Al llegar arriba me encontré con Magda en su papel de madre preocupada a la que no le coges el móvil y que no sabe nada de ti; encima hoy le había abierto a un chico muy temprano. Discutimos, como siempre.

- Te recuerdo que te pedí la casa a las nueve; si quieres, discutimos después.- Le recriminé en un tono cortante. No creía que Jordi fuera a aparecer pero...en ese momento sólo pensaba en librarme de ella y yo llevaba todo el día en la calle, quería sofá y tenía excusa.
- Tranquila, ya me iba.- Cogió el bolso, una chaqueta y las llaves. Portazo

El campo da hambre, pero también pereza. Me puse un documental, pasaron veinte minutos de introducción tediosa y voz en off. Sonó el timbre, no me lo podía creer; pasó un tiempo hasta que me levanté a coger el telefonillo.

- ¿Si?
- Hola, ¿Lucía?
- Si
- Soy el chico al que conociste ayer, dejaste una tarjeta en mi casa mientras huías en la oscuridad, ponía esta dirección y esta hora.
- Claro, sube.

Perfecto, un chico maravilloso estaba subiendo a mi casa, el tiempo que yo llevaba en ella lo había invertido en discutir, estar tirada en el sofá y, para rematar, ponerme el chándal de casa. ¡Menudo desastre! Abrí el armario y cogí una camiseta y unos pantalones por colores, cuando me los puse me di cuenta de que eran unos shorts y una camiseta de tirantes, colaban para estar en casa si estabas esperando a alguien con plan de acabar en la cama, corrí de nuevo al armario, nueva selección de pantalón, más largo; arrugué todo, cerré las puertas, sonó el timbre y abrí la puerta, tras ella estaba un morenazo de ojos negros bien vestido y con bolsas humeantes con buen aroma.

- Buenas noches, traigo la cena.- Su sonrisa, cena caliente y hecha...
- Pasa, pasa.- fuimos hacia el salón, puso las cosas en la mesa y se sentó en el sofá.
- ¿Hace falta que traiga algo de la cocina?
- Un par de copas, sacacorchos y un par de tenedores.- Fui a la cocina y lo cogí todo, volví al salón, la comida china invadía la pequeña mesa del salón.
- Como no sabía qué te gustaba, he pedido lo que más me gusta a mi, te dejo escoger, a mi me gusta todo.

Puse el documental tedioso que estaba, me arrepentí, comimos en silencio, me gustaba todo por el placer de no tener que hacerlo. Vino blanco, joven, fresco. Llenamos la copa más veces de las que podía recordar, había más de una botella (conclusión a la que llegué la mañana siguiente). Acabamos la cena, la voz en off seguía. Me dormí apoyada en el reposacabezas. Me despertó Magda, yo tenía una manta por encima, no pensé en nada y me arrastré a la cama. Magda todavía estaba cabreada por mi incomparecencia del día anterior así que se metió en su habitación directamente. El salón estaría sin recoger, mañana, si eso.

Me desperté temprano, más de lo que era normal en mi, Magda se estaba duchando, recapacité sobre la noche de ayer de camino a la cocina, el salón estaba ordenado, fui a la cocina y encendí la cafetera, había cuatro botellas en la encimera, vacías.

Magda salió del baño perfectamente preparada; me daba mucha envidia la capacidad de estar siempre acorde con lo que debía hacer, aunque la avisaras con cinco minutos de antelación, ahí estaba ella, deslumbrante.

- Buenos días, ¿Qué haces tú despierta?, bueno, da igual; ayer querías librarte de mi pero podías haber dejado alguna botella con vida, no sé cómo puedes estar sin resaca después de cuatro botellas, aunque ya sabes que no me gusta que bebas sola...- Dejé de escucharla, estaba sin duchar, por tanto, dormida. El café estaba demasiado caliente.
- Jordi es maravilloso.- Dije en voz alta pero como reflexión.
- ¿Qué? ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?
- ¿Has escuchado tú lo único que he dicho yo?
- Jordi es maravilloso; si, lo he escuchado, te estaba diciendo que el alcohol no soluciona tus problemas.
- Ayer no estuve sola.
- ¿Y cómo es que recogiste antes de quedarte dormida? Eso no te lo crees ni tu.

El café empezaba a hacer efecto, podía explicarlo.

- Te acabo de decir que es maravilloso; lo recogió él, me tapó y se fue. ¡Dios! soy una dormilona que pone documentales horribles a un hombre maravilloso que me sorprende con un pic-nic en un lugar paradisíaco y para rematarlo aparece arrebatador, una hora después de despedirnos, con comida china en mi puerta. ¿¡Qué tipo de persona soy!?- Ya le había contado lo importante a Magda, así que me fui directa a la ducha, tenía que hacer algo, pero no sabía qué. Pregunté a Magda gritando desde la ducha.
- ¿Tú qué harías?- Ella era la ama dueña y guardiana de los secretos de "cómo mantener una relación estable".
- ¿Yo? ¿Desde cuándo me preguntas?
- Desde hoy y no sé hasta cuando si te voy a tener que suplicar las respuestas.
- Sorpréndele con algo bonito. Me tengo que ir, llego tarde, normalmente no discutimos por las mañanas.- Magda siempre tan simpática y dicharachera.
- Está bien, ¡Chao!

Salí de la ducha, me puse lo primero que encontré, un conjunto monísimo que compré cuando alguno de los capullos anteriores habían decidido volver a la fidelidad pactada en el matrimonio en un momento de arrepentimiento por miedo, seguramente, a la posible pensión y que todavía no había estrenado. Camisa y falda, botas altas y un bolso a juego. Era lunes por la mañana y Jordi no me había contado qué iba a hacer hoy porque yo me había quedado dormida. Menudo desastre, ¡qué vergüenza!. Iba acelerada, llegué rápido. Miré por encima de la verja de su casa; había caseta, pero no inquilino. No sabía si dormía dentro de casa, abrí la puerta de fuera; intenté hacer lo mismo con la de dentro, estaba abierta. Accedí a un salón ya conocido, me tumbé. Cinco minutos después sonó el pomo. Jordi sonrió al verme en su sofá.

- Mmmm buenos días; he traído bollos y he puesto la cafetera a funcionar, no sé qué tienes que hacer tú porque ayer me que´de dormida mientras recogías mi casa, así que he decidido traerte el desayuno, he visto que Iao no estaba fuera y se me ocurrieron dos posibilidades, o habíais salido a pasear o estábais dormidos; como no vino a recibirme al entrar supuse que era lo primero. Todo esto para decir que siento haberme quedado dormida después de un día perfecto y como no podía igualarlo...he traído bollería y me he tirado en tu sofá.
- Curiosa forma de agradecerlo...
- ¿qué vas a hacer hoy?
- Entro a trabajar en tres cuartos de hora, salgo a las tres y media.
- ¿Comido?- serví el café y abrí y corté los bollos.
- No- cogió media napolitana de chocolate.
- ¿Plan para comer?- opté por medio croasán.
- No- Su sonrisa comenzaba a aflorar.
- ¿Lo quieres?
- Depende de con quién- Sonrisa sumada a brillo en los ojos.
- Conmigo
- ¿Vas a pedírmelo?
- ¿Hace falta?
- Prueba
- ¿Quieres que te vaya a buscar y comemos juntos? - ¿qué te pasa en el cerebro Lucía?. nunca has ido a buscar a nadie al trabajo - o, bueno, quedamos para comer sin irte a buscar.

Me dio una tarjeta de su oficina, un beso en la mejilla y se fue al piso de arriba, bajó tres minutos más tarde inmaculado; la adecuación de Magda, socorro.

- ¿Voy bien?
- Nunca nadie te ha respondido seriamente que no. Lo sabes, no te jactes de ello.

Salí con él de casa, nos despedimos de Iao, me ofreció llevarme a casa, preferí el paseo; debía pensar qué hacer a la hora de la comida. Llegué a casa y fui directa al armario. ¡No tenía nada que ponerme! (esto es lo que pasa siempre que una mujer quiere impresionar con tantas ansias que se le cruzan las neuronas y pierde la noción y el raciocinio de lo relativo a la moda).

Pasé la mañana de tienda en tienda, al final encontré un vestido primaveral de falda corta y tirante ancho estampado en colores vivos sobre fondo terracota; a juego en otra bolsa iban unas sandalias y un bolso. Ya tenía modelito, ahora tenía que pensar qué comer y dónde. Nunca se ha dado bien esta faceta ideológica, no suelo comer a plena luz del día con los maridos de otras. Llegué a casa, estaba Magda haciendo la comida y con el móvil en la mano.

- Iba a llamarte ¿te quedas a comer?
- No como, pero te acompaño; he quedado en ir a buscar a Jordi al trabajo para ir a comer juntos. Podías maquillarme, mira lo que me voy a poner- fui a la habitación a coger las bolsas (otra cosa necesaria para las mujeres; a la mayoría no no es fácil encontrar algo que nos guste y que nos quede bien así que son como pequeños logros).
- Es bonito, como y te maquillo ¿A qué hora habéis quedado?
- Tres y media en la carretera de Valencia.
- Me pilla de camino, ¿te acerco?
- Gracias. ¿Qué tal con Antonio?
- Mmmmm.- contestó ausente.
- ¿Qué? ¿Qué ha pasado?
- Estoy un poco aburrida, falta algo.
- Lleváis catorce años, no falta nada, ese es el problema. No conoces nada más; mira, compara y si hay algo mejor, ¡tíratelo!- esto nunca funcionaba con Magda.
- No es mala idea.
- ¿Qué?- Yo pensando en una relación mientras ella se planteaba dejar a Antonio, nuestro mundo estaba totalmente del revés.
- ¿A dónde vais a ir?- Era un cambio de tema radical, la dejé. No tenía respuesta.
- No lo sé, sabes que no estoy acostumbrada a tener que pensar en este tipo de cosas.
- Es falta de costumbre, sin más.
- ¿Alguna idea?
- Para que sea más de tu estilo...vete a un hotel, tú pagas la comida, él la habitación.- Magda sonrió con picardía, no sabía que podía hacer eso.
- ¿Desde cuándo das tu ese tipo de consejos? ¿Dónde están los restaurantes preciosos a la orilla del mar? ¿Qué demonios te pasa?
- Cállate, voy a empezar a maquillarte.- Me callé, no había opción.- No tienes coche y la posibilidad de ir al mar se te complica.- Levanté la mano pidiendo la palabra.- Dime.
- Él si, le puedo indicar una dirección a su GPS y que él conduzca.
- Eso ni es sorpresa ni es nada.
- Pues tú me dirás, pero si no debo disponer de su coche a mi antojo creo que por allí cerca lo único que hay es un club de alterne donde, con un poco de suerte, nos den un par de bocatas y un espectáculo, por lo que sé, lamentable.
- Una cosa es pedirle que vaya a algún punto de la ciudad; otra, que le hagas conducir una hora después de trabajar y antes de comer, eso lo consideran tortura.
- Dime un sitio ¡petarda!
- ¡Cállate! déjame pensar, cierra los ojos.- Y luego tenía el morro de echarme en cara que yo me la quitaba de encima. Siguió en silencio, yo casi me duermo.
- ¡ArteSana! es un lugar perfecto, hay sitio donde aparcar, es comida rica y moderna. ¡Perfecto! Ya he acabado.- Me miré al espejo, enseguida escuché- ¡No pensarás ir con el pelo así!
- No da tiempo, no te preocupes, has hecho un gran trabajo de pintura- intenté levantarme.
- Son dos minutos- no me dejó. Cogió un peine y horquillas, en un abrir y cerrar de ojos tenía un recogido juvenil, sencillo y cómodo; la perfección de Magda expandida.
- Vámonos.- Cogimos las cosas, me dejó en la puerta de un edificio desierto. Me senté en un banco que había en medio de ninguna parte, por lo menos alguien tuvo la deferencia de ponerlo a la sombra.

Esperé porque no tenía ningún número al que avisar; no quería entrar en un edificio desconocido a preguntar por un trabajador del que sólo conocía el nombre. Vi salir a varios y dirigirse al parking. No parecían descontentos para ser lunes. Veinte minutos después apareció por la puerta.

- Pasa, mujer; no sabía que estabas aquí, supuse que entraría, pero me extrañó que tardaras tanto, no quería pensar que no ibas a aparecer.
- No iba a entrar en una nave y preguntar por Jordi; me da vergüenza.- Siguió saliendo gente y todos le despedían afectuosamente. El tremendo edificio quedó desierto.- ¿Vamos a comer? Lo he prometido temprano pero lo recuerdo.
- Si. Dame un momento que recojo y cierro; acompáñame. - Entramos en un sitio mucho más bonito de lo que cualquiera hubiese podido intuir del exterior, era colorido, amplio, bien iluminado... Caminamos hacia una zona cerrada, abrió una puerta y yo leí el cartel: Jordi Aficio. Químico. Entré tras él y me vi inmersa en un mar de máquinas extrañas y brillos candentes. Cogió un maletín, apagó lo que, supongo, tenía que apagar y cerró el laboratorio. Nos fuimos.
- ¿Y bien? ¿A dónde vamos?- Parecía impaciente.
- Calle Colón número treinta y dos.- El GPS me había entendido a la primera. No sabía si debía preguntarle qué tal el día; lo hice de todas formas.- ¿Qué tal la mañana?
- Bien, me desperté, fui a pasear con mi perro y cuando volví había una chica en mi sofá que había traído bollos y preparado café; luego fui a trabajar y ahora vuelvo a estar feliz.- Como siguiera acompañando sus palabras zalameras con la perfección de sus rasgos iba a arrepentirme de ir al restaurante. ¿Y tu?
- Me desperté sintiéndome un poco mal, ayer eché por tierra un momento realmente bonito. Hoy intenté arreglarlo yendo a su casa a prepararle café y llevando el desayuno, quedé con él para comer así que me fui de compras, volví a casa; Magda, mi compañera, estaba comiendo; me ha maquillado, peinado y traído.
- Menuda maravilla de compañera.
- Si, bueno, cuando quiere- El GPS seguía dando órdenes y Jordi las acataba mientras hablaba conmigo. No tardamos mucho en llegar.

Fue una comida tranquila, casi más de negocios que personal; pedimos creps de cocido, surtido de croquetas, un par de tostadas que compartimos y lo regamos todo con vino. Hablamos de tonterías pero aderezó con su sonrisa toda la comida. La idea de irnos pasó por mi mente tan pronto aparecieron con el primer plato.

- ¿Cómo decidiste este sitio?
- Me lo dijo Magda mientras me acicalaba.
- Tú no tienes una compañera, tienes a una asistente personal a tu servicio.
- No sabría decirte, tiene sus cosas al igual que yo tengo las mías.- Sonó un móvil, el suyo.

Odiaba escuchar las conversaciones ajenas y más cuando eran telefónicas; me parecía más correcto levantarse y alejarse un poco de la mesa; no sabía a dónde mirar, seguí comiendo despacio. Terminó.

- Era del trabajo, que mañana no hace falta que vaya porque van a presentar el proyecto que he acabado hoy al cliente y si tengo que cambiar algo, he de esperar al miércoles.- ¿Una explicación de una conversación telefónica en las primeras cuarenta y ocho horas? Esto empezaba a asustarme, demasiado lejos sin haber pasado por ningún sitio. Parecía una relación con el amigo gay del que estás absurdamente prendada sabiendo que nunca va a ser posible. Yo no quería eso.
- Ahm... ¿Y esta tarde? ¿Tienes que hacer algo?
- Tengo que ir a casa para pasear a Iao.
- Más tarde...
- No, de todas formas, ¿nos acompañas a pasear?
- Si, por supuesto.

Cuando nos levantamos fuimos conscientes de la cantidad de vino que había regado la comida. No estaba para coger el coche. Llamó a un taxi que apareció de forma casi inmediata. Fuimos a su casa en silencio, el taxista debió pensar que éramos desconocidos o una pareja enfadada; cada uno mirando por una ventanilla, callados, sin arrumacos. Llegamos a su casa, fuimos por un sitio diferente y me costó un poco reconocer que habíamos llegado; abrí la cartera y saqué un billete antes que él, pagué mientras él bajaba, vuelta, propina; Iao estaba en la puerta del jardín esperando con la lengua fuera mientras su dueño había entrado en casa, yo me quedé en compañía del canino.

Apareció al cabo de cinco minutos con unos vaqueros y una camiseta amplia de manga larga color negro, se metió un de cosas en los bolsillos aparte de la cartera y el móvil, agarró a Iao con una correa corta y echamos a andar. Dejó sin cerrar con llave.

Pasamos frente a una cafetería y pedimos un par para llevar por sugerencia suya. Me di cuenta de que yo no sabía a dónde nos dirigíamos, pero él si. Anduvimos durante cuarenta minutos; abrió su coche y las puertas, Iao se tumbó; no había mantas ni toallas, los asientos quemaban. Llevó el coche hasta su casa. Aparcó en la puerta y me invitó a entrar.

Todo era magnífico y la oportunidad de jugar en casa la había desperdiciado durmiendo, así que fui al sofá. Le perdí de vista hasta que escuché una voz lejana.

- ...¿vas a venir?

Seguí la voz, pasé la cocina dejé las escaleras a mi izquierda y me topé con una puerta mosquitera cerrada, la rígida estaba abierta.

- Pensé que me seguirías.- Dijo tumbado en un mueble de jardín escogido con elogiable buen gusto y luciendo gafas de sol. Me señaló la pareja de la suya, estaba al otro lado de una mesa hecha con una sección de un tronco. Tenía bebida con hielo encima y dos vasos ya servidos.
- No sabía a dónde ibas, esperaba en el salón.- Me repantigué y cogí uno de los vasos, dejé mi bolso en el suelo y tiré las sandalias, eran nuevas lo que normalmente se traduce como dolorosas. Vi una piscina magnífica. Iao apareció por el lateral de la casa. Dejé el vestido y las gafas en la tumbona mientras Jordi le hacía carantoñas a su mascota. Me zambullí en una piscina inmaculada.
- ... traición!
- Perdón, ¿Puedes repetir? lo que he escuchado ha sonado fatal.
- ¡Eso es desvestirse a traición!
- Podrías hacer tu lo mismo
- Ya no tendría el factor sorpresa.
- Igual no es eso lo importante.

Se quitó la camiseta y la puso en un colgador perfectamente ubicado a tal efecto; me di cuenta de que en el lado que me había asignado había otro igual pero yo no lo había visto, de hecho, ni buscado. Hizo lo mismo con los pantalones y sus gafas de sol corrieron la misma suerte que las mías- Comenzó a bajar por la escalera; idea, en mi opinión, poco acercada ya que pocos son capaces de aguantar la gesticulación que produce el cambio de temperatura, efectivamente, puso caras extrañas; decidió acortar su sufrimiento y tirarse de cabeza desde el tercer escalón. Iao parecía un buitre alrededor de la piscina, parecía muy nervioso, me inquieté y se notó.

- No se va a meter, pero le encantaría; no le dejo porque suelta mucho pelo y después se atasca la depuradora.- Su tono era enérgico pero se vislumbraba un trasfondo de lástima.
- Pobrecito; aunque por otra parte me alegro, me daría un poco de miedo que intentase jugar conmigo aquí dentro, seguro que acabo medio ahogada.- No era gran nadadora; me defendía, sin más.
- Yo te salvaría.
- Mejor prevenir que curar.- Soy borde cuando no debería, me doy cuenta. Me sumergí para poder pensar si era imbécil o directamente tenía un serio problema de aversión al género masculino. Cuando volví a la superficie y abrí los ojos, no estaba, media vuelta, vuelta completa...- ¿Jordi?- El silencio por respuesta, Iao tampoco aparecía, sabía que era torpe ¡la había pifiado! Volví a las profundidades acuáticas para seguir pensando. Decidí salir de ahí, coger mis cosas, vestirme, entrar sigilosa en el salón y volver a preguntar en un tono casi imperceptible; si no había respuesta...huir era mi opción. Llegué al salón, donde me encontré a un chico totalmente desconocido, no pregunté ni dejé que preguntara, me había entrado pánico. Huí. Al pasar por el jardín delantero Iao me miró extrañado, abrí la puerta y salí sin mirar atrás, pero también sin rumbo. Diez minutos más tarde me di cuenta de que me había olvidado las gafas en la tumbona; el miedo al ridículo más espantoso hizo que me diera igual. Seguí caminando hasta que me percaté de que mi móvil vibraba: número oculto, dado que había echado como cuatro mil currículums no me sorprendió demasiado, preferí no coger, por si acaso. Apagué el móvil, no sin antes mandarle un mensaje a Magda de que estaba bien. Seguí caminando sin sentido hasta que me encontré en una terraza a unos viejos amigos tomando unos cubatas a las ocho de la tarde, la idea de emborracharme me sedujo tanto que me uní a ellos. Nos contamos las novedades oportunas durante dos horas de levantamiento de copa en repetidas ocasiones y vaciarlas con cierta asiduidad. Nos miramos, ellos iban a coger un taxi pero yo decidí irme andando hasta casa, tardaría poco más de veinte minutos en llegar. De camino paré en una pastelería y compré un bollo de chocolate, estaba triste. Paré a comérmelo en un parque cercano, después llegué a casa, timbré por costumbre, subí. Al llegar arriba Magda tenía un interrogatorio preparado:

- ¿qué tal?
- Triste, no me apetece hablar.
- ¿Le sorprendiste?- Esta mujer no escucha y punto...
- Ya lo creo, pero metí la pata medio desnuda metida en su piscina privada; eso no es fácil de remontar.
- ¿qué hiciste?
- Defenderme sin motivos de algo de lo que, obviamente, no había que defenderse.
- ¡Qué has hecho!
- Me puse borde cuando se ofreció a salvarme en el hipotético caso de que su perro se metiera en la piscina y me ahogara.
- ¡Ya te vale!
- ¡Tampoco me parece para tanto!
- ¿Qué te dijo él?
- Nada
- ¿Cómo?
- Metí la cabeza en el agua, cuando la saqué no estaba, cogí mis cosas y fui al salón, ahí había un muchacho desconocido y me largué.
- Huiste.
- Como quieras decirlo.
- ¡Joder! yo que pensé que de esta sí que conseguías tener una relación en la que pudieses compartir algo aun siendo de día...
- Se ve que no tengo madera, ¿y tú qué? ¿qué tal todo?- Sonreí, sabía que me tenía algo que contar pero que se estaba haciendo la dura.
- Bien, en el trabajo estamos con algún problema porque acaban de pillar al jefe por corrupción y no sabemos qué va a pasar con nosotros.- Eso era importante, pero había algo más, yo lo sabía.- Antonio y yo lo hemos dejado- Abrí los ojos, mucho; y la boca, otro tanto. Catorce años después y a sus veintiocho años de fidelidad y lealtad a un sólo hombre salía por primera vez al mercado como adulta; menudo peligro.
- ¿Y eso?- Fue lo más acertado que encontré.
- Empecé a ver hombres a los que me quería tirar y sabía que no iba a poder, nunca. A él le pasó lo mismo.
- ¡Vaya! A eso la gente le llama tener cuentas pendientes ¿Cuántas acumulasteis para que años de enamoramiento hayan caído cual castillo de naipes?
- Se ve que demasiadas, ¿qué me puedes contar al respecto?
- Nunca he tenido relaciones; por lo tanto, tampoco cuentas pendientes; ¡mi vida sexual depende de no tenerlas!
- ¿Y cómo se hace?
- ¿Sabes todo eso de enseñar carne, lucirse, presumir y lanzarse por lo que siempre me gritas cuando salimos? Ahí tienes la respuesta.
- No pienso hacer esas cosas.
- Volverás a ser virgen.
- ¡Vete a la mierda!- Me fui a la cama. Estaba jodida porque cada vez tenía menos sentido haberme marchado de esa forma tan extraña, sin preguntar, ni nota, ni leches. Nota; tarjeta; número; móvil; apagado. Abrí el bolso y cogí el móvil para encenderlo. Llegaron cuatro mensajes: el primero era de una llamada perdida de Magda, otros dos de número desconocido; el cuarto decía: "Has huido de una forma bastante deleznable, ¿volverás?". No era demasiado tarde, me levanté de la cama y le dije a Magda que salía, supuso a qué.

Llevaba todo el día haciendo ese camino, lo tenía claro, llegué a su puerta. Iao estaba; timbré en la puerta de fuera y me escondí un poco detrás de los setos. Abrió primero la de casa y después la otra, se asomó y noté que en cuanto vio mi sombra comenzó a sonreír.

- Hola
- ¡Hola!- Sorprendido, estaba.
- ¿Qué tal todo?
- ¿Lo pregunta la chica que ha desaparecido sin decir esta boca es mía?
- No sabía lo que pasaba y no me gusta molestar.
- ¿Quieres que te resuelva el misterio?
- No hace falta.
- Iao escuchó que venía alguien así que fue a la puerta. Yo lo vi, pero esperé a que sonara el timbre. Te avisé, pero tenías la cabeza debajo del agua, era un mensajero.
- ¿Puedo preguntar por qué cuando salí no estabas?- A ver, bonita, has venido a pedir disculpas, no ponerte a la defensiva.
- Fui a por el DNI, las cosas de la empresa sólo pueden recogerlas las personas a quién van dirigidas. Seguridad.
- Soy imbécil, lo siento.
- Tienes la autoestima un poco baja, ¿no?
- Qué forma más amable de decirlo...
- No seas tan dura contigo mismas.
- No es cuestión de dureza, es cosa del autoconcepto, soy imbécil, lo sé. Punto.- Todo esto lo dije con la mirada fija en suelo. Noté una mano en mi mejilla, levanté la cabeza y le miré directamente a los ojos. La cara me ardía, Heidi y sus coloretes, a mi lado, una gótica sin color. Le besé para no sentir vergüenza y el ardor se trasladó a mi pecho. Fue un beso corto pero intenso.

Nos miramos de nuevo, volvimos a besarnos, la pasión comenzó a hacerse patente en el ambiente.

- No me gustaría echar esto a perder porque nos puedan los instintos.
- Yo sí quiero hacerle caso a los míos.- Casualmente, mis manos ya estaban desabotonando la parte superior del vestido.
- ¿De verdad?- Había algo raro, no es muy normal que un chico te pregunte si quieres cuando ya está convencida de querer.
- Por mi si, pero tú decides.- Ya tenía la mitad del vestido abierto, lo que ponía de manifiesto que mi ropa interior era bonita y mi respiración agitada. Puse mis brazos a la espalda.
- ¿Yo decido? ¿Saldrás huyendo cuando todo termine?- Sonreía, como siempre. Le besé.
- Puede ser, no lo sé. Pero si no pruebas, no lo sabrás y podría ocurrir en cualquiera que sea nuestra primera vez.
- Ahí tienes razón.- Los escasos botones que dejaban algo a la imaginación sucumbieron a sus ágiles manos.
- Vamos arriba.
- Tu dirás.

Comenzó a subir los escalones; yo admiré su trasero. Pasamos por un vestidor enorme y perfectamente ordenado, yo aproveché para quitarme las sandalias. Nos reencontramos al pie de su cama; grande, muy grande. Nos volvimos a besar.

Creo que me emborraché de pasión porque poco o nada recuerdo de lo que pasó después; la única palabra que puede describir aquello es: placer. No sé cuánto tiempo transcurrió hasta mi siguiente imagen sólida y real: ambos tumbados desnudos y las sábanas desperdigadas por el suelo. Nos miramos; cómplices.

- ¿Y bien? ¿Te vas a escapar?
- De tu cama, si; de tu casa, no.- Era tarde pero no hacía frío. Bajé desnuda y puse rumbo a la piscina, me zambullí directamente. Las luces del jardín estaban apagadas pero no la de la piscina. Pude ver a Jordi asomado a una ventada del primer piso, sonreí. Un ruido a la derecha llamó mi atención, Iao se había despertado y me observaba. Volví a levantar la vista hacia lo que yo suponía, era la habitación, ya no estaba ahí. No me preocupé, seguí nadando y buceando. Miré las tumbonas y pude ver mis gafas donde las había olvidado. Me dediqué a flotar boca arriba con los ojos cerrados; el mundo exterior me daba igual, ahora estaba sumida en mi.

Sentí una mano en mi cuello, seguí en mi estado meditativo; unos labios se acercaron a los míos, contactaron. Me hubiese gustado llevarle a mi mundo en vez de tener que ir yo hasta el real. Estaba ahí, con él, no importaba.

- Hay una infusión esperándote si la quieres.
- Mmmm prefiero tus besos.
- No es lo mismo, y puedes tener ambas cosas.

La perspectiva que tenía de él en ese momento, era particular pero bonita. Me incorporé y le besé, me abrazó sin demasiada fuerza pero con mucho cariño. En la tumbona donde antes estaban sólo mis gafas ahora había también una toalla en su gemela, había otra. Salimos y nos secamos, dejamos todo fuera. Entramos en casa. Las infusiones estaban en la mesa de centro. Nos sentamos en el sofá y nos dedicamos a beber en silencio, contemplándonos y admirándonos mutuamente.

- Yo me iré a dormir a mi casa.
- Al final, huyes.
- No, no lo hago; te estoy avisando.
- Quédate, si no quieres dormir conmigo, hay una habitación de invitados.
- Me parece peor quedarme en tu casa en otra habitación que irme.
- ¿A qué tienes miedo? Ya te he visto recién levantada.- Me besó. Yo me levanté a dejar las tazas vacías en el fregadero, las limpié. Me abrazó por la espalda, besó mi cuello y yo me derretí. No había duda; me iba a quedar a dormí allí.- Además - susurró a mi oído - tienes que volver a subir; todavía tienes tu ropa arriba.- Le volví a besar; me zafé de su abrazo y me encaminé a las escaleras.
- ¿De verdad? ¿Te lo has tomado mal?
- No, ni mucho menos- dije ya desde el piso de arriba. Le ecuché subir. Me tumbé de nuevo en la cama.
- ¿Pero no venías a por tu ropa?
- Eso es lo que tú has supuesto. De ahí a que sea lo que yo vaya a hacer...

Se tumbó a mi lado, me besó y yo sonreí. Siguió besándome y yo volví a perder la consciencia. Estaba tan a gusto a su lado... de nuevo; placer.

Esta vez me quedé dormida.